sábado, 25 de junio de 2011

Una propuesta de Ley Electoral

Me parece interesante el artículo de Forumlibertas sobre la necesaria reforma de la Ley Electoral española y, en especial, la información que nos ofrece sobre sistemas de otros países.
Coincido en la necesidad de que las circunscripciones sean locales, de modo que todos los electores conozcan a los candidatos; y que una vez elegidos éstos, sirvan como cauce para ir transmitiendo las diferentes inciativas populares. Así, sí se puede llegar a una democracia participativa: si cada ciudadano conoce al diputado que ha sido elegido por su distrito, y le utiliza para manifestarle sus quejas o iniciativas, le haya votado o no. Y así los cargos electos se saben vinculados a unos ciudadanos concretos ante los que tendrán que responder, en vez de ser meras correas de transmisión de las opiniones o intereses del jefe de su partido.
Otra de las ventajas de los distritos electorales con único candidato, es que permiten concurrir a ciudadanos independientes o pequeños partidos que defienden propuestas locales, sin necesidad de depender de una enorme estructura nacional. Y, por supuesto, se podrían suprimir la mayor parte de las subvenciones. 
Pero lo que no me acaba de convencer es lo de simultanear este sistema con otro de listas nacionales, para que los grandes partidos puedan mantener altas cotas de poder. Porque para esto, lo que deberían hacer es presentarse en cada distrito y ofrecer soluciones a los ciudadanos para lograr su confianza; y la suma de diputados así elegidos, se podría unir en una estrategia política nacional.
Alternativamente, se podría utilizar una de las Cámaras -por ejemplo, el Sensado- para elegir candidatos nacionales de listas de partidos; y la otra -el Congreso- para los diputados que representen directamente a los ciudadanos.
Pero no creo que exista ningún interés democrático en mantener las estructuras de grandes partidos con enorme poder político y social que, a la postre, en vez de representar a los ciudadanos, acaban imponiéndoles sus criterios y también sus intereses. La corrupción y deriva democrática actual se debe precísamente al enorme peso en la vida política de los intereses de estas organizaciones que acaban dedicando más tiempo a "las cosas de la política" que a "la política de las cosas".

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